Sin duda en la escuela hay una larga tradición de priorizar entre las habilidades lingüísticas a desarrollar a la lectoescritura en detrimento de la oralidad.
Es cierto que la escuela es para muchos niños el único lugar para escribir y para tener una lectura con más texto escrito y menos imagen pero no debemos olvidar que la escuela es también un espacio para la oralidad.
La oralidad es esencial al desarrollo de la persona como persona, lo verbal y lo no verbal actuando en conjunto producen ese maravilloso fenómeno de hacernos sentir gente.
El mundo actual con su vértigo y su consumismo y con la invasión constante de los medios de comunicación masiva a los hogares de todos los estratos sociales le ha dado un fortísimo golpe a la oralidad y en general a la verdadera comunicación humana.
Muchísimos maestros lamentamos la pobreza de vocabulario de nuestros alumnos, su escueta sintaxis y su tendencia a resolverlo todo con interacciones físicas, muchas veces agresivas.
Seguramente los mayores recordamos los cuentos de la abuela, las canciones de la tía, los refranes del abuelo, los dichos del vecino, los chistes de las reuniones familiares, y somos conscientes del enriquecimiento lingüístico y afectivo de esos recuerdos.
¿Cuántos de nuestros alumnos mantienen comunicaciones de ese tipo? Hoy la sociedad está delegando en la escuela muchas de las funciones que antaño correspondieron a las familias. Es hora de actuar sabiendo cuál es nuestro nivel de responsabilidad.
Siguiendo este enlace encontrarán un artículo de Anna Camps sobre el tema:
http://docs.google.com/fileview?id=0B0JL-QKrEj9LMDgyMzkzN2EtZjljYi00OTFkLThjODctYTVhOWFmOGU5MDVl&hl=esEs cierto que la escuela es para muchos niños el único lugar para escribir y para tener una lectura con más texto escrito y menos imagen pero no debemos olvidar que la escuela es también un espacio para la oralidad.
La oralidad es esencial al desarrollo de la persona como persona, lo verbal y lo no verbal actuando en conjunto producen ese maravilloso fenómeno de hacernos sentir gente.
El mundo actual con su vértigo y su consumismo y con la invasión constante de los medios de comunicación masiva a los hogares de todos los estratos sociales le ha dado un fortísimo golpe a la oralidad y en general a la verdadera comunicación humana.
Muchísimos maestros lamentamos la pobreza de vocabulario de nuestros alumnos, su escueta sintaxis y su tendencia a resolverlo todo con interacciones físicas, muchas veces agresivas.
Seguramente los mayores recordamos los cuentos de la abuela, las canciones de la tía, los refranes del abuelo, los dichos del vecino, los chistes de las reuniones familiares, y somos conscientes del enriquecimiento lingüístico y afectivo de esos recuerdos.
¿Cuántos de nuestros alumnos mantienen comunicaciones de ese tipo? Hoy la sociedad está delegando en la escuela muchas de las funciones que antaño correspondieron a las familias. Es hora de actuar sabiendo cuál es nuestro nivel de responsabilidad.
Siguiendo este enlace encontrarán un artículo de Anna Camps sobre el tema:
El siguiente artículo nos trae la opinión de otra destacada investigadora docente
Rodriguez-Hablar en La Escuela
La narración oral realizada, en principio por el maestro, puede ser un buen incentivo para el cultivo de la oralidad. Narrar es un arte muy emparentado con el teatro en el cual debemos atender no solo al contenido del texto sino a cómo lo estamos comunicando, las inflexiones de la voz y la gestualidad comunican tanto o más que las propias palabras. En el siguiente video apreciamos a una docente trabajando la narración oral. Incluímos este video, no para que sea visualizado por los niños sino para observar las técnicas de la narradora e incluso aprovechar la historia. No creo que sea condenable para verlo con los niños, la decisión queda en ustedes, pero en principio, mírenlo ustedes con ojos de docente.
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