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viernes, 13 de septiembre de 2013

Reflexiones sobre la letra cursiva

En agosto pasado se ha cumplido en Montevideo una exposición en homenaje al calígrafo uruguayo de nacimiento, Edward Johnston, que se destacara en Inglaterra, organizada por la Sociedad Tipográfica de Montevideo con el apoyo del Min. de Ed. y Cult..
A raíz de una breve publicación sobre el tema que había realizado en este mismo blog, fui invitada a participar con un texto sobre el tema.
Dejo la copia del texto enviado.
La importancia del uso de la letra cursiva como una modalidad cultural de sentirnos humanos, de integrar lo afectivo en el acto de escribir parece estarse perdiendo actualmente, si bien los profesionales de la comunicación tienen claro el poder de este formato y así lo plasman en las tarjetas de invitación, por ejemplo, donde generalmente el Los esperamos o No faltes final, están en formato de cursiva; otro tanto ocurre con los afiches promocionales de bailes o espectáculos artísticos o con los folletos de campañas publicitarias.

La letra cursiva nos muestra como seres humanos únicos, pues aunque se sigan los lineamientos generales de los trazados, cada uno le da su impronta personal; por ello se hacen estudios (grafología) que permiten identificar rasgos de personalidad o de situación anímica a través de los trazados de la letra. En este sentido una carta de amor o una tarjeta de saludo no surten el mismo impacto escritas en imprenta o a máquina que escritas en cursiva, pues en este caso es como recibir una parte del otro mientras que en el primero no se sabe si fue realmente el remitente quien dedicó para nosotros esos minutos de escribir el texto y expresar lo que siente que se convierten en una forma de estar con nosotros. Solo quienes están cegados por el consumismo pueden llegar a ver como “mejor” en estos casos la tarjeta comprada con el mensaje ya impreso o la carta impresa desde la computadora, pues le ponen precio a lo que valoran y por tanto desconocen el verdadero valor de los sentimientos.

 Para los investigadores que trabajan con documentos escritos es realmente una satisfacción poder leer textos escritos en cursiva por quienes aparecen como sus autores, los borradores de un poeta o de un narrador, por ejemplo.

En el mundo del trabajo, escribir en cursiva una carta de motivación, agrega un plus al currículum del aspirante a trabajador pues lo muestra competente en una forma de comunicación básica en la sociedad. En muchos caso puede llegar a ser requisito indispensable.

En educación, según lo reconocen los especialistas, la cursiva implica procesos superiores pues se observa que las primeras escrituras en el nivel tres años de Educación Inicial están indicadas en imprenta mayúscula en los programas respectivos, en primer año de Primaria se introducirá la letra cursiva y en los programas de Idioma Español en Secundaria esta es obligatoria. Por otra parte en las tolerancias establecidas para alumnos de Secundaria con aval de equipo técnico multidisciplinario se autoriza el uso de letra imprenta o la escritura exclusivamente a través de la computadora, por excepción, a los alumnos que manifiesten dificultades que así lo ameriten.

La escritura en cursiva también ayuda a identificar las palabras al dar a cada una un bloque continuo y, convenientemente ejercitada, permite una escritura más rápida por no requerir tiempo entre letra y letra. En este sentido, además, favorece la ortografía, muchas personas avezadas en el uso de la cursiva, ante una duda con la ortografía  escriben la palabra porque sienten que “la mano me lleva”; en este caso lo motriz se suma como recurso a lo visual.

Los maestros somos los depositarios de este saber a quienes la sociedad confía su traspaso a las generaciones de niños que se nos llegan para su instrucción. Aprender a escribir en cursiva supone un ejercicio psicomotriz importante, requiere coordinación óculo-manual y dominio de la motricidad fina y debe ser enseñado y ejercitado sistemáticamente para que el estudiante pueda apropiarse de su técnica.